la de los vacíos
que fueron estrellas
y ahora, son nada.
Cuando las mariquitas resurgen
A veces sueño historias de mundos
que, quizás, sin saberlo,
me pertenecieron,
y sueño, entonces, contigo.
Es cuando las mariquitas
resurgen de los combates librados
contra el viento y algunas cucarachas feroces.
Sueño tu voz,
que llega, y parte, y vuelve,
y vivo las caricias
que este mundo nos negó.
Es cuando sonríen los soles
en los ojos de los niños valientes.
Sueño que el miedo
pierde su forma
y tú te eriges,
con tu fragilidad de siempre,
entre todas las cosas.
Es cuando esos mundos
que creo que desconozco
vienen a liberarme
un poco de este.
Cuánto me gusta, entonces,
encontrarte,
saberte mía para siempre,
sentirme tuya en este instante,
el único vivido plenamente,
el único que existe.
Los espacios se abren
a la andadura fría
de su silencio.
Los campos recogen soledades,
la mañana aún no sabe
si levantarse es prudente.
Pero, en este mundo,
de sequedad y frialdades,
tú vienes.
Tu energía ha tendido
un puente de luz, certera,
hasta este destino y,
aunque aún no has nacido,
ya suavizas cada recodo oscurecido,
cada abismo.
Entonces, y aunque los campos
rezumen soledades
y los corazones parezcan secarse
continuamos creyendo que el mundo
sigue siendo un espacio habitable,
que te perderás en él
y te encontrarás muchas veces,
que somos seres pequeños
intentando ser algo más grandes
y que tú alientas, Nara,
a través de ese hilo invisible
que ya nos une,
los sueños que destilan solo amores,
los que convierten cada miedo
en pequeños luceros que despiertan
muchas, muchas mañanas valientes.