Cuando llegas, amanece.
No importa cuán larga y oscura
haya sido la noche.
Cuando llegas, amanece
A través de las estrellas
Te he visto
a través de las estrellas.
Soledades que nos muestran
los misterios que eluden,
cual desvelos, las tinieblas.
He escuchado tu latido,
hecho luz, entre el sonido
que proviene de este abismo.
No soy más que este instinto
que percibe tu presencia
y que la sigue,
vuelta lumbre, en la ceguera.
No comprendo, ya, esta espera
y confío en que los siglos
de extravíos repetidos,
de andaduras sin sentido,
no permitan que enmudezca
tu mensaje, vuelto aurora,
aurora eterna,
a través de las estrellas.
Una luna descalza
Comprendo que soy
una huella en la arena,
una extraña quimera
que pasa y que ve,
que siente que, siendo,
no fue.
Deshago los siglos
que fueron testigos
de dudas y luchas
sin fin.
Desecho esta piel
que contuvo
aquel muro
que hablaba de mí.
Y grito al espacio
que había sostenido
mi antiguo vacío
que soy, ya, sin ti,
que hay una luna descalza
alumbrando el camino
que, hoy, me decido a seguir.
Luciérnagas
Ahora que sé que es lo mismo
perder o ganar,
y aunque cada uno de mis impulsos
me conduzca a mi antiguo instinto,
ya sé que es lo mismo
ceder o intentar conquistar.
Ahora, en esta precisa ilusión,
abierta a un vacío sostenido
a lo largo de mil tempestades
y milenios de equívocos repetidos,
navego en un mar
que me acerca continuo
a esta vaga orilla desconocida
o me adentra en el destello
nuevo de su profundidad.
Ahora, perdido un instante el deseo
de cualquier pasado, futuro objetivo,
me detengo un momento a observar,
a observar que, a pesar,
de toda posible apariencia
y el tañido de este eco infernal,
las luciérnagas no pueden dejar de brillar.
Ahora ya sé que, en el sueño,
he vivido esperando
poder despertar.
Alzheimer
Olvidó que los relojes latían
a un ritmo que no comprendía,
que todo tenía un nombre
y que las emociones más hermosas
solían permanecer escondidas.
Olvidó que los árboles
perdían sus hojas y, de nuevo, florecían,
que había seres que cedían sus sueños
y entregaban su misterio
al prosaico proyecto del poder o del dinero.
Olvidó el color de todos los ojos
que había amado y desconocido,
los caminos que, en otro tiempo,
la llevaron a algún sitio.
Olvidó que había vivido
en un mundo de silencios y de olvido.
Pero no olvidó que había palabras
que podían convertirse en poesía
y vivió la rareza de ser libre
en un mundo de sumisos.
Comprendió todos los dolores
que había causado y que había sufrido
y sintió que en su interior
nacían jazmines que llenaban
de fragancias sus abismos.
Conoció la importancia
de todo lo que no valía
y se sumió en un mundo
de cristales y amapolas
que le hablaban de alegrías.
Y nació a una nueva vida,
de miradas amables y poesías,
recordó que aún era niña,
que aún podía
despertarse en el olvido cada día.
Este invierno
Sé que es muy difícil
no quedarse suspendido en este invierno,
comprender que hay otro reto
que es posible y que discurre paralelo.
Sé que hay corazones
que han creído que hay delirios,
hechos ansias de grandeza,
que son ciertos,
y han vestido de futuro
tanta sombra contenida en este ahora.
Sé que, aunque lastime,
es siendo nadie como puedo
cada tarde reencontrarme.
Convertida en este olvido
he recordado mi ignorancia
y he vencido esta tristeza,
cual lucero, imperceptible,
en la mañana.
Asumido el desafío
de no ser nada aparente
he encontrado este camino
de palabras y luciérnagas latientes.
Una estela que me muestra
que, en lo frágil de esta mente
que sostiene el universo,
existe un puente que convierte en primavera
la falacia de este invierno.
El andén de los recuerdos
Anoche bajé
a la estación de los recuerdos,
convoqué a la luna, desnuda y sola,
a descender conmigo
al andén de los misterios.
Anoche decidí volver,
quizás andar por primera vez
los antiguos pasos perdidos,
la vía ignorada
en la que toda victoria
y toda derrota
tuvieron, sin saberlo, su inicio.
Anoche,
me desprendí de este bullicio
con el anhelo nuevo
de encontrarme con todos
los que han dado a mi vida sentido,
los aparentemente muertos y los vivos,
los presentes y, también,
los que el camino relegó al olvido.
Anoche viví
la fugacidad del amor
que se abre a los abismos,
el secreto manso
de los relojes invertidos.
Recuerdo,
que descendí anoche
o, acaso, fue hace un siglo
al andén de los olvidos,
junto a una luna,
desnuda y sola,
para reunirme, tal vez,
tan solo, conmigo.