Y fue entonces cuando se detuvo el tiempo,
apasionado, entre mis manos y tu silencio.
Recordamos que acababa de pasar otro invierno
y mis labios se acercaron a besar tus pensamientos
que aún yacían dormidos y cubiertos de olvido.
Y fue al contemplarte cuando vi que eras distinto,
que el paso de los años te había embellecido.
Nos unimos, despacio, intentando salvar
del recuerdo algunos fragmentos.
Y acabamos enredando en el ocaso
nuestros cuerpos, enfebrecidos y trémulos,
como náufragos.
Tomando las palabras del silencio
y el aire de entre la saliva y los versos.
Te daré la llave,
que guardo entre todos los útiles
que no necesito,
para que sostengas mi mundo.
Te daré el sentido
de mis búsquedas y encuentros,
te daré mis versos.
Pediré, tan solo,
que sea leve el gesto
entre beso y beso,
que me arrulles suave
cuando llegue el cierzo.
Y de lo importante,
de los grandes hechos que marcan
la historia de los grandes tiempos,
dejaré que pasen rozándome el pelo.
Que pasen de largo los deseos fatuos,
la riqueza, la edad, el aspecto,
todo lo que esté por encima de algo.
Y que quede solo el instante eterno
en el que contemple tu ser despojado
que se acerca al mío para completarlo.
A alguien que no existe
Te busco aún, a veces, en la noche,
en el secreto del alma dormida,
en todo lo divino e inalcanzable,
en lo olvidado y lo presente.
Te busco pocas veces,
en pequeños rincones vacíos,
donde, casi muerto, aún yaces,
con verdes, oscuros ojos, mirándome.
Y el cerco que te envuelve,
de fuego, de niebla transparente,
en esta madrugada del alma,
repleta de flores y canciones,
se extinge lentamente,
dejándote desnudo, impreciso.
Y yo te miro, ya no como otras veces,
y aunque, tal vez, aún te amo,
me envuelvo de este olvido tranquilo,
donde hasta el amor se extingue,
reflejándome en unos ojos nuevos,
entregándome a otros sueños,
repletos de claridad e ilusiones,
de verdades transparentes.
De todos los silencios
prefiero el que me lleva a tu recuerdo.
El viento teje caminos
que se van cerrando sin destino.
Y eres tú, imperceptiblemente preciso,
quien espera al final.
Vencido, el deseo,
ha cedido paso a la rutina tibia
de los días y la vida.
Y ese tú que no existe
y ese yo que invento y que no es,
se unen cada tarde
y se confunden con la luz
y los sonidos que acallan nuestros nombres.
Cuando llegue el instante temido
de la despedida,
y el amor estalle en pétalos
de abismo,
recordaré una a una
todas las auroras que vivimos,
los nombres que preludiaron destinos,
las huellas de arena
de nuestro camino.
Cuando llegue el día presentido
que otra tierra acoja
tu mirada perderse
en los surcos de un rostro distinto,
recordaré la vida
que pudimos haber construido,
los atardeceres suaves
de nuestro destino.
Cuando llegue, inexorable, el instante conocido
de levar las anclas
y perderse, ebrio de añoranza,
por caminos nuevos,
recordaré tus ojos,
que vienen de antiguo,
tus dedos pequeños
tenderse a mis besos,
y sabré, sin duda,
que naceré a otro día,
a otro nombre, a otro latido
que recobre el alba
que juntos vivimos.
Deja,
déjame que me equivoque,
que me equivoque hasta el final.
Déjame que te imagine,
que te cree y me recree
en ese alguien que no eres.
Deja que presienta tu paisaje
de palabras levemente inconsistentes,
tras la miel que entibia
y me encadena a tu mirada.
Déjame vivirte así,
sin presentarte ni querer conocerme,
sin romper esa magia que embriaga el ambiente.
La magia de lo incierto,
de lo que no se conoce,
de lo que aún no nos pertenece.
No, no enmarañes con palabras
esta cadencia que habla
de mañanas claras y profundidades de agua.
Permanece conmigo en este instante decisivo
sabiéndolo efímero,
para que nazca y muera limpio.
No permitas que te decepcione,
ni quieras decepcionarme.
Deja, de verdad,
déjame que me equivoque.
Presencia
Emergen las sombras suavemente,
a través de la ventana,
a través de la montaña.
El mar duerme.
Detrás han quedado
todos los espacios conocidos.
Nada existe.
Y en ese punto
en que no duelen los recuerdos
ni pesan los olvidos,
mi mano se ha acercado
a acariciar el viento.
La luna está delgada y triste
y embriaga, con su esencia,
al mar, rendido a su beso.
Mi alma, que no sabe si te busca,
reposa unos instantes,
eternamente.
Y vuelven tu cuerpo y tu memoria,
sin saber de dónde,
y mis ojos lloran
tu ausencia y tu presencia
mientras la luna naufraga
en un mar sin nombre.
Prefiero mis sueños
Me abruma el espacio vacío de los besos
y ese silencio que nace tan adentro
que nada ni nadie es capaz de romperlo.
La noche está quieta y, quietos, los sueños
navegan errantes por un mar sin dueño.
Afuera el mundo es un gran desconcierto,
la prisa ha vencido a la sensualidad del momento
y esas cadenas que la libertad nos ha impuesto
han recortado la belleza del deseo y del encuentro.
No hay tiempo para perderlo,
ni valor suficiente para conocernos.
La entrega está pasada de moda y da miedo
e incluso el amor tiene un precio.
Prefiero mis sueños
y esa tristeza que engendra el silencio,
saberme, aunque adentro, muy lejos,
prefiero el espacio vacío de los besos.
Sin fronteras
Ves…llueve,
para esta tierra nuestra que lo merece,
más allá de nuestras creencias
y de esos temibles eslabones
que penden a nuestra espalda.
Llueve…ves,
calladamente, por encima de todas las palabras,
barriendo y desgranando desamores y,
aunque quizá solo sea eso, en estos momentos,
tiene el poder de entristecernos
y enamorarnos suavemente de esta tierra bendita
y de este mundo de pobres seres salvajes.
Ves…llueve,
por encima de ti y de mí,
de todo lo que somos y lo que creemos ser,
de todo lo que amamos y lo que deberíamos amar más,
y, aunque solo sea, aunque solo fuera eso,
eso, por encima de todo, nos une.
Destino
No recuerdo, apenas,
el tiempo pasado
lejos de tu abrazo,
lejos de este lazo
que juntos creamos
hace tantos, tantos años.
No recuerdo, apenas,
cómo comprendimos
la palabra siempre,
el concepto eterno,
vivo entre tus manos.
No sabría contarte
cómo hubiera sido
sin ti este camino.
Quizás otros versos
me hubieran llevado
a un nuevo destino,
quizás otro amor
hubiera alumbrado
la fe que he sentido,
quizás todo hubiera
sido distinto.
O tal vez,
nada fue, en verdad, fortuito,
tal vez todo ha sido
parte de un plan
que viene de antiguo
y tu ser y mi espíritu
estaban ya unidos
desde hace milenios de siglos
en un mismo latido.
Quisiera
Quisiera trepar, de nuevo,
por la jungla enmarañada
de tus besos,
conquistar los recodos
más ocultos de tu alma
en este cuerpo,
alcanzar los confines
más lejanos de mi ser,
en cada encuentro.
Comprender quisiera
la canción de agua
que intuyo, a lo lejos,
cada vez que rozas
con un dedo mi pelo.
Y llegar muy lejos,
y perderme dentro,
traspasar contigo
los límites que ha impuesto
esta consciencia ciega
al amor sincero.
Ocaso
El silencio se asoma,
con sus manos de bruma,
al abismo infinito
de mis noches sin luna.
Y devuelvo al espejo empañado
el reflejo impreciso
de mis ojos cansados,
solitarios, como estrellas perdidas.
El ocaso ha tardado este día
en devolverme al espacio
donde velan, insomnes,
los duendes, tu mirada y tu risa.
Y la noche se ha quedado prendida
en mis oscuras pupilas,
tras la frágil cortina
que separa, sutil, nuestras vidas.
Donde esperan tus ojos
Como se susurra un secreto,
quisiera contarte despacio
que tras todos mis posibles triunfos
o mis rotundos fracasos
está mi corazón.
Y aun si, al besar,
no me dejan tus labios,
haré que mis manos te expliquen
alguna razón o algún gran dolor
que desciende despacio
hasta un valle donde solo hay olvido,
donde esperan tus ojos
buscando los míos,
donde yo te respondo
al amor con amor.
Otoño
Nos unieron nuestras soledades,
plateados reflejos en un silente estanque,
el otoño, que se anunciaba
en nuestras miradas esquivas,
la juventud que partía,
aún tibia, como una golondrina.
Nos cercó la presencia
del temor a la ausencia
de alguien que pronunciara nuestros nombres.
Y así nos amamos,
llevando al encuentro el peso presente
del miedo rotundo al frío y al fracaso.
Y así, de forma extraña, surgió el milagro,
se confundió la piel
con el susurro profundo del agua, lejano,
y olvidamos nuestra casa y nuestros nombres,
y el otoño que entraba en nuestros corazones.
Y fuimos uno, y fuimos todo el universo,
estanque callado y volcán emergiendo,
destello de escarcha y arista de fuego,
ausencias sin nombre y olvido,
inconsistente otoño en un reflejo perdido.
Abrazo
Cuando me recibas,
vendré con los pechos henchidos de sol
y los labios salados, a tu abrazo.
Llegaré con la estrella primera,
temblorosa, a alumbrar tus pupilas,
deshaciendo vacíos a mi paso.
Tú estarás esperando,
palpitante y callado,
con las manos tendidas hacia esta cintura
que reclama tu lazo.
Y la oscuridad se hará día
para iluminar nuestra piel confundida.
Y cesarán los relojes,
y el devenir de los planetas, y los mares.
Y nosotros, imprecisos, perderemos también
nuestras propias identidades,
para fundirnos con la tierra y el mundo,
con el mar, con la sal y los peces,
y con todas esas estrellas que, trémulas,
contemplan nuestro amor expectantes.
Siempre
Dame tu cariño siempre,
siempre, siempre,
en cada momento de este pasar breve,
bríndame tu aliento.
Y deja que llueva en nuestros corazones,
que pasen las lunas, que pasen los soles.
Estate conmigo bajo el firmamento
como cuando éramos jóvenes, jóvenes,
cuando cada tarde el cielo tejía nuestros nombres
y nada más valía…
… y, entonces, la vida aún no lo sabía.
Si tú me dejaras
Si tú me dejaras,
iría a morirme
a orillas del mar.
Borraría la huella
que dejó mi paso
en este lugar.
Desharía aquel verso
que nos hizo uno
en este pasar.
La luz y las sombras,
el amor y el miedo,
la certeza extraña
de saberme siempre
a salvo de todo
allí donde estás.
Tus besos dormidos
Siempre que despierto
y encuentro tus besos,
un poco molestos,
si aún estoy durmiendo,
renazco a mis sueños.
Todo lo que he sido,
lejos de esos roles
que tú me has mostrado
no tener sentido,
todo lo que soy,
esta esencia eterna,
ese ser divino
que, a veces, olvido,
todo lo que ha ido
desvelando el tiempo,
el amor eterno,
el saberse vivo,
el nacer unidos,
todo en lo que creo
cuando me despiertan
tus besos dormidos,
todo en mi camino,
en ese momento,
recobra el sentido.
Cuando el sol se va
Siento este sosiego,
que adormece los sonidos,
cuando el sol se va.
Quedan los perfiles,
levemente inciertos,
de este día caduco,
cerrándose ya.
Detrás de las sombras
presiento, incipientes,
certeros misterios
que están por llegar.
El día y la noche
en esta vida tuya,
en esta vida mía,
vienen y se van.
Y enlazan, otra vez,
quimeras que unieron
mi voz a tu empuje,
mi amor a la paz
que, ahora, me das.
Te quiero
Después de todos los retos
que hemos vivido, juntos
o separados por alguno
de nuestros pensamientos,
ha llegado el momento
de decirnos te quiero.
No es un te quiero poseer
o un te quiero como yo quiero,
un te quiero mía
o un no te quiero de otros.
Es el te quiero
de dos seres que han vivido
la fragilidad de este mundo invertido
con la conciencia de saberse el mismo.
Presente
He visto resbalar,
sobre tu piel,
la tarde.
La luz ha ido cerrando
los caminos conocidos
de tu cuerpo.
Los perfiles de este ocaso,
tan antiguo y nuevo,
han ido enmarañando
tu mirada, hecha luz,
a mi sigilo.
Se desliza el universo
a través de nosotros, de nuevo,
dormido y eternamente suspendido
a este momento,
de amor profundo,
de reconocimiento.
Y solo una brisa leve,
que nos roza,
como un espejismo, suave,
nos devuelve, inconsciente,
a ese concepto extraño
que hemos llamado realidad
y que nos llama al presente.
Entre tus dedos
Recorreré el camino
de esta pena honda
desde esta orilla mansa
de cierzo y zozobra.
Será entre tus dedos,
que deshacen sombras
e iluminan sendas
de esperanzas nuevas.
Y en la calma tensa
que precede, oscura,
a esta tormenta,
volveré al origen,
a alumbrar, de nuevo,
la fe en mi respuesta.
Olvido
Me despido de ti,
con lo que eso comporta
de liberación y tristeza.
Me despido de tu presencia
y me quedo con tu recuerdo,
que no olvida cuánto te amó.
Ya no te añoro,
ni lucho porque venzan mis razones
frente a las tuyas.
Te dejo,
en esta noche cansada de recordarte,
en esta noche que aúlla, a lo lejos,
tu nombre.
Si me quieres
Si me quieres, hijo,
venceré los miedos
y llegaré, sin duda,
hasta donde estás.
Pero si prefieres
que un mundo de sombra
se anude en olvido
al rugido del mar,
dejaré que un gesto,
sin luz ni camino,
desmorone el puente
que enlazó antaño
tu vida a mi amar.
Bajo este cielo
Bajo este cielo
que contemplo,
estás tu.
Y no importa
si te encuentro
o si te pierdo, tú estás.
En mi vida eres
solo tú, ya,
presencia única
que coexiste,
para siempre
con todo lo demás.
Nadie
Nada podrá romper el misterio
del latido suave de tu abrazo,
del temor amargo de tu llanto,
del mismo cielo que refleja
nuestro amor y de este miedo
que, ahora, siento.
Nadie podrá alejarnos de lo cierto,
la calidez inolvidable de tu cuerpo,
el sonido de tu risa,
los recodos de tu alma tras tus ojos,
este incendio que proviene
del principio de los tiempos.
Nada podrá alejarnos
de lo que es ya nuestro,
ni siquiera este mundo,
que ha olvidado la esencia
de lo más puro y bello.
Nadie será capaz
de convencer al viento.
Desde aquí
Se filtra el sol, distante y quieto, por la ventana,
los pájaros, ocultos en los tejados, no cantan.
El libro, ocioso en la mesa, pierde su encanto
y reposan, borrosas sus líneas, en otros brazos.
Los números, las palabras, se esparcen sin sentido
en un ambiente pesado y dormido. Yo escribo.
Afuera, el invierno lo cubre de blanco y gris todo.
El aire, transparente, azota los árboles desnudos, mortecinos.
Gritan congelados, mas ausentes de todo en su juego,
los niños, rodeados de altos y oscuros edificios.
Parece, en algunos momentos, que un sol asustado y tímido
quisiera devolver al mundo su color primitivo. Yo escribo.
Tras todo esto, detrás de las montañas, intuyo otro mundo.
Hablan las personas de otro modo para decir lo mismo.
Son de ojos glaucos, negros, marrones, grises, los hombres
que, como cada día, rinden tributo desganado a su trabajo.
Cae la misma nieve, el mismo sol sobre sus corazones,
envueltos en una laminilla de metal resistente. Yo escribo.
A veces, traspasando el vacío, todo vuelve.
Mi alma no tiene reposo aquí o, tal vez, en su esencia no existe.
Mi cuerpo resta inmóvil, la mirada fija en un punto, en verdad, inexistente.
En cierto modo, algo importante de mí les pertenece.
La mente, con alas sutiles, se eleva hacia otros lugares,
y, en su ida, todo lentamente se aleja hasta perderse. Yo escribo.
Mi antiguo silencio
Desde este silencio
que conecta siglos
de búsquedas y encuentros
a este momento.
Desde ese misterio
que nos hace uno
entre todos los seres,
recobrados o perdidos,
en este universo.
Desde este silencio
en el que tus ojos
refulgen, de nuevo,
traspasando el verso,
conectando certezas a desvelos,
retomando realidades y anhelos.
Desde ese misterio,
eres, ahora, el punto
más lejos y el centro,
eres tú la ausencia
de todo sonido,
mi ser en el tuyo,
tu aliento en el mío,
eres el motivo,
presente y eterno,
de este momento
en que estalla en voz
mi antiguo silencio.