El amor, entonces,
era eso.
La ilusión de convocar,
en los trigales,
al certamen de los besos.
Decidió dejar
las luchas atrás
y partir al alba,
alentada, solo,
por la calma extraña
que solo se siente
cuando algo es verdad.
La guio el destino,
que aceptó tendida
a su vastedad,
permitió al rocío
que ungiera su cuerpo
de un aroma nuevo
y de otra libertad.
Y partió muy lejos,
lejos de los nombres
que había aprendido
lejos de esos roles
que había inventado
desde aquel espejismo
que la vio marchar.
Y la encontró un ocaso,
rendida a su suerte,
vencido el deseo
de ser algo más
que una quimera
en un despertar.
Otra vida
Me encontrará otra vida
cortando, como ahora,
los pétalos de otras flores marchitas.
No sabrá que he sido yo,
ni que te he amado,
no sabrá que viví ebria
de una espera infinita.
Y en esa otra vida,
arreglaré el jardín tranquila,
con la presencia nueva
de otro otoño que se avecina.
No sabré que fuiste hombre,
que amaste, que tus ojos
se alzaron ante muchos horizontes,
no sabré las veces
que pronuncié tu nombre.
Pero entre esa brisa
que llega y que acaricia,
que lleva al pensamiento
a no se sabe qué melancolías,
intuiré tu ausencia,
y sin saber quién fuiste,
y sin saber si existes,
emprenderé el camino
que, ineludible, me indiquen
los pétalos de otras flores marchitas.
Ensueño
No importa
habernos encontrado en este mundo
en el que lo verdadero
parece dormido,
vives en mí
como un diamante oculto.
Comprendo
que el misterio de tus besos
debe estar en el secreto
de mis sueños.
Me basta con saberte
compartiendo las mareas,
y los días tras las noches,
con mis versos.
No puedo pedir más,
sabiendo que me acoge,
como a ti, el mismo cielo.
La vida
me concede vivirte
y, aunque a lo lejos,
te amo en el latido
de los árboles al viento,
te amo en el sonido
que llega a mí
y comprendo,
te amo porque puedo
y porque entiendo
que es duro despertarse
de este ensueño.
Ausencia
Te irás sin decirme
que me has querido.
Incapaz de comprender
el vacío que presientes,
evocarás mi memoria
en el silencio de tus noches.
Te irás sin saber
cuánto me quieres.
Encontrarás, tal vez,
en otra casa y otra esencia,
escondida, mi presencia,
pero yo no seré yo
y tú anhelarás partir
para seguir buscándome.
No sabrás que estoy cerca
en esta ausencia,
que sé que, aun incapaz de acercarte,
recuerdas que hubo un tiempo
en que me amaste,
un tiempo de amapolas y trigales
bajo un cielo que alumbraba
nuestras voces.
Me amaste y tu inocencia,
hecha conciencia,
forjó lo que ahora eres.
Mas si no quieres,
mi amor es suficiente,
trasciende este espejismo,
hecho tristeza,
y me permite
dejar de ser ausencia
y liberarte.
Mensaje de agua
La vida que te trajo
me pide ahora
que renuncie
a la ambrosía dulce
de tu abrazo.
Andar y desandar
olvidos que hablan
de amores encontrados
que no se realizaron.
Y yo te había soñado,
venciendo esa conciencia
que se ha vuelto cadena
y, anuda, constante,
a la tristeza nuestra esencia.
Te había reconocido
en el temblor imperceptible
de las noches claras,
en las palabras de amor
que solo se pronuncian
en la madrugada.
Y tú sabías, ya,
que yo te reclamaba,
llegaste buscando en mi mirada
tu mensaje de agua.
La vida que renace
en cada flor que se abre,
en cada batir suave
de alas de mariposa.
Tañido que persiste,
venciendo este presente
que, ahora, me entristece,
sabiendo que, en la espera,
pervive nuestra esencia,
sintiendo en esta noche
tu ser que, en mí, trasciende.
Otro nombre
No podré explicarte
la música que contiene el agua,
las danzas que presienten tus silencios.
No podré enseñarte
la luz que destilan las fuentes,
el alboroto suave de los amaneceres.
Callaré la evidencia
de ese vestigio cuando llegues.
No sé, tal vez, si entre las flores
recordarás que tienes otro nombre,
ese que acuna tu latido algunos atardeceres
y sabe a perfumes que desconoces.
El tiempo y el espacio, que no existen,
que llevan al destierro lo que fuiste
y lo que eres,
la gota de rocío suspendida,
la lágrima de nostalgia contenida,
la levedad de la voz enamorada,
el reto de aceptar de dónde vienes.